Matar a una sombra
Detalles
Bestseller instantáneo de The New York Times. La única forma de vencer la oscuridad… es convertirse en ella.
En un reino sumido en la oscuridad, un caballero deberá descubrir los secretos que se ocultan en las sombras.
Jude Maddox no sabe nada del amor y ni siquiera de la luz. Lo único que ha conocido en la vida es el deber, ineludible y sombrío, de su posición como «la Mano de la Muerte», liderando a los Caballeros de la Estrella Eterna en una tierra acechada por peligros. Jude siente la vida correr por sus venas de verdad la primera vez que ve a Kiara, una joven con ojos salvajes de color ámbar, tan fiera, desafiante y rápida como las bestias de la sombra mismas.
Los Caballeros temen a su comandante, con su actitud severa, implacable y despiadada. Pero la joven Kiara Frey solo ve en él a un líder, un hombre determinado que sabe cómo sobrevivir. Alguien que, en el fondo, no es tan diferente de ella. Pero el deseo que siente por él es tan peligroso como las sombras que combaten... e igual de irresistibles.
En un reino al borde del colapso, los Caballeros deberán aventurarse al oscuro corazón de la tierra y descubrir los secretos de las sombras veladas. Allí, el mal acechará sus mentes y se alimentará de su carne. Traicionará sus sentidos. Excederá cualquier pesadilla. Y la mayoría de ellos perecerá.
Pero no tienen otra opción. Porque la única forma de luchar contra la oscuridad... es convertirse en ella.
«Un debut arrollador.» Publishers Weekly
Más sobre
Katherine Quinn es autora de novelas de romantasy para adultos y jóvenes. Se licenció en Psicología por la Universidad de Florida Central. Vive en Houston con su marido y sus tres hijos. Su amor por la escritura comenzó cuando leyó su primera serie de fantasía, The Song of the Lioness, de Tamora Pierce. A partir de entonces, su sueño era convertirse en una heroína armada con una daga. Lamentablemente no se permite que las niñas tengan armas, así que se conformó con escribir sobre aventuras. El café es su amor verdadero y cree que todo se puede solucionar con una taza humeante y una buena dosis humor negro.